Contra la «ceguera verde»: Así son las plantas olvidadas
La mirada humana tiende a dirigirse hacia una mariposa pero ignora la planta en que se posa por un fenómeno denominando «ceguera verde», que la bióloga Aina Erice se propone curar en su libro «Senderos de Savia», en el que rescata del olvido a plantas y árboles fascinantes que hemos dejado atrás por no encajar en el «ecosistema supermercado».
La «ceguera verde» fue formalmente descrita en 1998, aunque «nos acompaña desde que existimos como especie, y no ha hecho más que acentuarse en los últimos tiempos», explica Erice (Palma, 1985) con su voz dulce, siempre entusiasta, con la que ha conseguido enamorar del reino vegetal a miles de lectores y oyentes con tres libros, y un pódcast recién convertido en este cuarto.
«Proyectarnos sobre un animal es más fácil que con una planta», reconoce Erice, pero los actuales patrones producción y consumo y la vida urbanita no solo han acrecentado ese olvido sino que, literalmente, han complicado mucho que podamos ver aquellos especímenes vegetales que no encajan en la cesta de la compra.
«Hasta hace unas décadas la mayoría de población vivía en entornos rurales, sin herbicidas ni ingeniería agrícola, donde era tremendamente relevante conocer las plantas de tu entorno: cuáles estorbaban, de cuáles te podías alimentar, cuáles servían de botiquín», relata.
Actualmente vivimos en ciudades en las que «hemos compartimentado mucho los lugares donde nos apetece ver plantas, y seleccionado aquellas cuyos sabores u olores encajan en los canales de distribución por los que nos llegan las cosas».
Es el caso de las rosas, ¿Compramos las más bonitas o las que mejor huelen? «No, compramos aquellas que son capaces de adaptarse a crecer en Kenia, montarse en un avión durante horas, pasar por una gran subasta en Holanda y volver a resistir más vuelos, rumbo a Nueva York o a Madrid, lo más intactas posibles», responde.
Riesgos del olvido
Aina Erice, bióloga y divulgadora. EFE
«Cuando olvidas que existe una gran riqueza de plantas a tu alrededor que te son útiles, que han hecho que tu vida y dieta sea más diversa e interesante, impactas en tu medio exterior y lo vas fragilizando, simplificando…. Y puedes decir, ¿Y qué más me da que se extinga una planta?, pero cuando te das cuenta ya se han extinguido cuatro, cinco, diez… y el impacto conjunto ha sido enorme», explica.
Erice se propuso luchar contra esa «osteoporosis de la civilización, que es el olvido» en lo que se refiere a las plantas cuando ella misma quedó fascinada por la asignatura de «Biodiversidad del Reino Vegetal» en sus estudios de biología -«¡Ahí empezó mi historia de amor!», y su mentor, el filósofo José Antonio Marina, la animó a explorar y a divulgar la conexión entre los reinos de la naturaleza y el ser humano.
Desde entonces no ha parado de descubrir historias más o menos perdidas, más o menos olvidadas, pero siempre fascinantes, de los árboles y plantas que nos rodean: «Las imagino como una red de senderos que nos invita a entrar para descubrir nuestra cultura, viajar a cualquier lugar del mundo, y a cualquier momento histórico«.
Plantas para viajar en el tiempo
Historias como la del cidro, el árbol padre de los actuales limoneros -produce frutos con aspecto de «limones dinosaurio»-, que llegó al Mediterráneo desde el Himalaya, y acabó pronto en banquetes de reyes, logrando, con su extraordinario aroma y peculiar sabor, «que los cítricos dominaran el mundo».
O la cada vez menos común calabaza de agua o del peregrino (Lagenaria siceraria), cuyo fruto no se come como el de las calabazas que encontramos en los supermercados, sino que, por su dureza, fue la primera cantimplora de la humanidad; y ha servido durante siglos para decorar o fabricar instrumentos musicales.
Erice recrea también la historia especies que han desempeñado papeles socioculturales nada carismáticos, como el brezo: cuya madera constituía uno de los combustibles más usados por el hombre para calentarse, techar casas o confeccionar escobas.
«El brezo no tiene mucho glamur, pero sin estas plantas humildes todo hubiese sido más pobre«, apunta.
La autora desarrolla 27 historias como esas en «Senderos de Savia», el libro basado en el exitoso pódcast de etnobotánica que comenzó grabando hace justo dos años, «con un móvil convenientemente embutido en dos calcetines y arrebujada dentro de un armario».
Fascinación del reino vegetal
Con ellas hará crecer el número de «vegetófilos», que es como llama a las personas que desarrollan una curiosidad afectuosa hacia las plantas y sus variados papeles, tanto materiales (sirviéndonos de alimento, medicina, tinte, decoración, refugio) como imaginados (simbólicos, rituales).
Además, de «Senderos de Savia», que acaba de salir en versión digital, Erice es autora de «El libro de las Plantas Olvidadas» (Ariel, 2019); «Cuéntame, Sésamo: 9 Historias sobre los Poderes Mágicos y Reales de las Plantas» (A Fin de Cuentos, 2018); «La Invención del Reino Vegetal. Historias sobre plantas y la inteligencia humana»(Ariel, 2015) y del pódcast «La Senda de las Plantas Perdidas».
Artículo original EFE Verde.